La solemne austeridad que imprime los libros antiguos así, como abandonados, en la encuadernación en piel descolorida y apenas visible el pan de oro de las estampaciones, la aparente rigidez de la madera con sus nudos y aristas marrones y apagados ocres, unidos al fondo tenebroso que da atmósfera a toda la obra, rompe virtuosamente en el cuadro la graciosa armonía de esas cintas celestes, propio de la imaginación, que asimismo nos induce a pensar y suponer, que en cualquier ambiente existe siempre un motivo sutil para la fantasía.
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